martes, 20 de julio de 2010

De unos diarios

Cuando niño, después de haber leído una parte de el Diario de Ana Frank (confieso que no lo terminé), decidí que quería tener un diario. Muy feliz, recibí un cuaderno con la mascota de la Copa Mundial de Futbol 1994 USA en la portada: Striker. El cuadernito tenía pasta dura y un candado con el cual yo sabía que quedarían resguardados mis escritos.




Como primer entrada, se me ocurrió escribir sobre una niña que me gustaba mucho, mucho mucho... Yo me sentía feliz, quería compartirlo con ese papel para poder guardar esa memoria por siempre. Lo hice, fue una entrada de no más de 6 líneas. Cerré con candado el diario y me olvidé del asunto. Mi secreto estaba resguardado para siempre.

Días después descubrí que alguien (no diré quién) se atrevió a abrir mi diario y leerlo. ¡M primer entrada y ya alguien había atentado contra mi privacidad! Evidenciado y rojo de vergüenza, la escritura de un diario me parecó entonces una pérdida de valioso tiempo que podía invertir en la lectura o en los videojuegos. Diarios nunca más.

Tiempo después, en la secundaria, me di a la tarea de empezar otro. Lo hice en un cuaderno Scribe viejo, tamaño profesional, cuadriculado y con bastante uso. El resultado fue diferente y extraño: Tenía muchas cosas que contarle, pero por alguna extraña razón me censuraba. No tenía las ganas de evidenciarme en ese papel, de mostrarme desnudo pese a que nadie más que yo habría de leerlo. Todos mis desmanes y mis errores podrían estar ahí plasmados, para los reviviera con sólo leerlos o incluso, si en algún momento loco se me ocurría, podría compartirlos. La idea me horrorizó y dejé de escribir en él.

Hoy tengo 25 (casi 26) años y he vuelto a empezar un diario... o bueno, algo así. En uno de mis paseos por la librería me encontré con un cuaderno tipo Moleskine que me llamó la atención. Mi primer pensamiento fue "qué snob y pretencioso, pero bueno, se ve bonito y luego me quejo de que no tengo un cuaderno donde anotar mis ideas", así que lo compré.

El objetivo inicial era anotar las ideas que se me iban ocurriendo para mis textos. El cuaderno mutó a un diario que cargo en todo momento y en el que escribo cuando me viene en gana sobre lo que se me antoja: anécdotas, desmanes, fiestas, ideas, frases, lecturas y demás. En tan solo un mes (la primera entrada es del 17 de junio de 2010) he hecho cada loquera que ni yo me la creo y me ha pasado cada cosa... He conocido mucha gente nueva y he tenido experiencias vitales muy importantes. Por primera vez estoy disfrutando cargar mi diario para todos lados.

Tengo la loca idea de seguir escribiendo en ese cuaderno, no como mi blog, que finalmente es público, sino como algo verdaderamente personal. Al final de mis días, quisiera que todos los cuadernos que junte se los quede una persona de mi entera confianza y que los lea. Veamos que sonrisas, enojos o sorpresas le causo.

Total, yo ya no estaré vivo, que piensen lo que quieran.

3 comentarios:

Linda dijo...

Hagas lo que hagas nunca dejes de escribir para tí, es uno de lo mejores placeres, aunque secretamente quieras que lo lea alguien más.
No morirás soltero y menos solo, siempre tendrás a todos los que te queremos.
Es más te propongo un día intercambiar libretas, jajajaa. Me da gusto leerte, un beso.

Arbolalto dijo...

Y si no, siempre puedes darle el tratamiento que pienso darle a mis memorias: cuando las publique será porque ya fingí mi muerte y estoy viviendo en las Islas Caiman riéndome de todos a los que quemé :p

Arbolalto dijo...

Y si no, puedes darle el tratamiento que pienso darle a mis memorias: cuando las publique será porque ya fingí mi muerte y estaré viviendo en las Islas Caimán riéndome de todos a los que quemé.

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