martes, 10 de noviembre de 2009

Cuando piensas que todo va bien, algo pasa.

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

-César Vallejo

2 comentarios:

Linda dijo...

"Nunca he visto a un animal lamentarse de sí mismo".
Imagino que con toda intención acabas de citar a César Vallejo, y de no ser así, debiste haberlo hecho. Después de todo, este poeta fue un luchador, siempre tuvo bien claro sus objetivos literarios, incluso el de su intento de suicidio; muy a la bohemia, por cierto.
E irónicamente, o a propoósito quiza, fue un gran profesor, hasta que ...sale de su puesto directivo por circunstancias que aquejan a muchos profesores. Sin embargo se respone a ello, aunque se culpó mucho en su momento.
Pero justo cuando la noche es más oscura, es cuando está a punto de amanecer; hay ocasiones en que tenemoslas respuestas de frente y nos negamos a verlas:

Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…

César Vallejo

Rodrigo Hernandez dijo...

Profe...dese una vuelta por mi blog hoy puse algo que yo invente no se si sea bueno o no necesito su opinión

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